Enviará instrumentos de investigación al espacio en menor tiempo que cualquier otro país del mundo. Serán satélites de estructura segmentada, puestos en órbita con lanzadores de extrema precisión y hechos en el país. El proyecto de la CONAE permitirá dar respuesta inmediata a investigaciones de interés socioeconómico. Emanuel Pujol (Agencia CTyS) - Actualmente, en todo el mundo, desarrollar un satélite y ponerlo en órbita conlleva un proceso de seis años como mínimo. Sin embargo, Argentina estará en condiciones de enviar instrumentos al espacio instrumentos de observación de la Tierra en pocos meses, para atender a situaciones imprevistas, como una catástrofe natural o generada por el hombre, o que permitan potenciar la productividad.
La base de lanzamiento se construirá en Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca, y los lanzadores contarán con una gran precisión para ubicar a los instrumentos de investigación en sus respectivas órbitas.
Una réplica de estos lanzadores, que tendrán 33 metros de altura, está erguida en Técnopolis, haciendo las veces de obelisco de esta “ciudad” destinada a la ciencia y que reabrió sus puertas este invierno.
Los satélites actuales tienen varios instrumentos dentro de sí, por lo que se demora mucho tiempo en desarrollarlos y tenerlos en el espacio brindando información. Por ello, el proyecto de la CONAE es crear pequeños satélites y que trabajen en conjunto pese a estar separados unos de otros.
Este plan está avanzado y se calcula que, hacia fines de 2015, se estaría realizando el primer lanzamiento, y que en un futuro la Argentina podrá realizar diez puestas en órbita al año si fuera necesario.
El físico Alberto Ridner, gerente de gestión tecnológica de la CONAE y a cargo del proyecto del desarrollo de satélites de estructura segmentada, comentó a la Agencia CTyS que la información espacial es muy valiosa, pero, en todo el mundo, recién está disponible mucho tiempo después de que surge un problema o una situación que se necesita estudiar.
“Supongamos que brota una plaga que afecta las exportaciones de trigo y tenemos una cámara que nos permitiría detectar dónde se originó y proceder a las acciones de fumigación o de control, pero debemos esperar cinco años para poner este instrumento en órbita”, ejemplificó Ridner. Y agregó: “Tanto tiempo después, ese problema ya no existe o nos generó grandes pérdidas, por lo que es importantísimo tener estos instrumentos de investigación funcionando en pocos meses”.
“La tecnología espacial es costosa, pero multiplica varias veces la inversión realizada”, remarcó el especialista, quien aclaró que los datos satelitales no solo son útiles en situaciones de emergencia, sino que cotidianamente permiten hacer predicciones de cosechas, saber qué conviene producir y advertir cuáles son las zonas más adecuadas para la pesca, entre otros usos posibles.
De allí que la Argentina se decidiera a encarar este proyecto innovador. La ventaja primordial es que permitirá dar una respuesta de manera casi inmediata a los estudios de interés socioeconómico; además, los satélites terminarán siendo menos costosos, entre otros motivos, porque serán construidos, armados y lanzados desde el país.
Ahora bien, esta idea de no incluir todos los instrumentos dentro de un único satélite implica un gran desafío, porque cada segmento debe estar a una distancia precisa de los otros, para que operen de manera coordinada.
Por eso fue necesario desarrollar de un lanzador que tuviera extrema precisión: el Tronador II. Una réplica del mismo ya ha sido vista por todos aquellos que visitaron Tecnópolis el año pasado o lo hagan durante 2012.
El ingeniero Juan Cruz Gallo, gerente general y técnico de VENG, la empresa principal en el desarrollo del Tronador II, aseguró que “este lanzador será 10 veces más preciso que los que existen actualmente, porque tendrá la capacidad de poner cada segmento en órbita con un margen de error bajo, de forma que todos los instrumentos funcionen en conjunto como una constelación, sea que estén a metros o kilómetros de distancia entre sí".
Por ello, la navegación y el control del Tronador serán de una precisión extrema. “Pensemos que estos satélites serán ubicados en un órbita a 600 o 700 kilómetros de altura y se estarán desplazando a unos 7,5 kilómetros por segundo, y en esas condiciones habrá que inyectar a otro instrumento dentro de una órbita determinada, con un pequeño margen de error”, agregó Gallo.
En este momento, se avanza en la etapa de diseño de detalle del Tronador II y a mediados del año próximo la Argentina ya estaría lanzando su primer prototipo, llamado VEX1. En tanto, la primera misión de satélites de estructura segmentada podría realizarse en el 2014.
Ridner anticipó a la Agencia CTyS que esta primera misión de prueba podría consistir en “enviar dos módulos que compartan el sistema de información entre sí, sin necesidad de establecer contacto con la Tierra, que es lo que se hace hasta ahora en todo el mundo”.
El combustible que abastecerá a cada Tronador II para ubicar a los segmentos en su respectiva órbita también es desarrollado en el país. “Nuestra investigación científica no puede depender de las coyunturas internacionales; no podemos estar pendientes de que nos vendan combustible para saber si podremos realizar los lanzamientos que tendremos previstos cada año”, apuntó Gallo.
Hacia un nuevo paradigma en satélites: las estructuras segmentadas
“Apuntamos a poder realizar diez lanzamientos al año”, indicó Juan Cruz Gallo. La ventaja más importante que traerá aparejada el abandono del paradigma de los satélites monolíticos será que en pocos meses ya se podrá tener un instrumento en el espacio aportando información de interés socioeconómico.
Los costos también se reducirán, por varios motivos. El físico Ridner explicó que “como no se pueden reparar los satélites una vez que están en órbita, lo que se hace hasta ahora, para no perder una misión que demanda varios años de desarrollo, es duplicar o triplicar los sistemas por si es que alguno no se enciende o falla”.
Aun así, más allá de todas las precauciones, pueden ocurrir inesperados, como ocurrió el año pasado con el satélite estadounidense Glory, que se terminó perdiendo en alguna parte del océano Pacífico poco después de haber sido lanzado.
En cambio, los instrumentos segmentados no necesitarían multiplicar los sistemas, abaratando costos, y, en todo caso, si alguno de ellos tuviera una falla, se podría enviar otro que lo reemplace en pocos meses.
Además, como los satélites de estructura segmentada no precisarán enviar instrumentos en exceso, serán más livianos, por lo que el Tronador II también será más pequeño y económico que los lanzadores actuales.
Por otra parte, como cada instrumento a lanzar pesará entre 200 y 400 kilos, en vez de los 1500 kilos que por ejemplo pesa el satélite argentino SAC-D/Aquarius que recientemente cumplió un año en órbita, todas las pruebas de control y ensayos ambientales se podrán realizar en el país.
Cada instrumento no tendría una propia computadora, sino que uno de ellos podría funcionar como cerebro y brindarle servicio al resto. Al enviar un nuevo segmento, éste sería reconocido por los otros y trabajarían en conjunto.
“Esto permitirá que, ante una situación imprevista o una emergencia, se pueda agregar a la constelación un instrumento que no fue pensado en un principio y tenga una prestación nueva y esté en funcionamiento en pocos meses, reduciendo ampliamente la espera de diez años que hay que soportar, hasta ahora, para poner satélite monolítico en órbita”, valoró Ridner.
Tantos segmentos enviados por año implicarán que haya una producción en serie del Tronador II. El ingeniero Gallo mencionó que estarán almacenados en Puerto Belgrano: “Esa zona se llama Baterías y en ese terreno de la Armada se hará el centro espacial para lanzamientos”.
“Ese lugar es ideal, porque los lanzadores saldrán en dirección al polo sur, y tendrán la zona despejada sobre todo el mar argentino, puesto que buscamos que los satélites tengan una órbita polar”, agregó el gerente de VENG.
Este año se iniciarán los trabajos en la base Puerto Belgrano. “Ya tenemos planes concretos de cómo debería ser ese centro espacial, de cómo será la distribución en distintos edificios, de dónde se harán las pruebas de motores, dónde se integrarán los lanzadores y dónde estarán almacenados, como así también la zona desde la cual serán lanzados”, anticipó Gallo.