Fuente: http://www.entrerios.gov.ar
Especialistas sostienen que esta técnica está relegada en los jardines maternales, pero que es clave para la estimulación de los sentidos de los niños hasta los tres años de vida. Las teorías psicopedagógicas han demostrado que la educación musical debe empezar hacia el sexto mes de gestación, en tanto que está comprobado el efecto beneficioso de la música en la vida de un niño desde antes de su nacimiento.

Existen materiales para la estimulación visual y motriz de los niños, pero muy pocos para la estimulación sonora. Así lo advierte Olga Giacumbo, especialista en Ciencias de la Educación, para quien no se aprovecha la riqueza que encierra la estimulación temprana a través de los sonidos. 

Por eso, junto a su colega Eliana Angela, investigan cómo utilizar los sonidos en las salitas infantiles, respetando el desarrollo normal auditivo, “para aprovechar la riqueza que encierra la estimulación musical temprana y su incidencia en la calidad de vida de los bebés”, explica a InfoUniversidades Giacumbo.

Hace muchos años que los pedagogos musicales se preocupan por este tema y, a través de múltiples investigaciones en Europa, EEUU y Latinoamérica, se empezó a comprender el efecto beneficioso que tiene la música en la vida de un niño desde que nace. A partir de la segunda mitad del siglo XX empieza a tomar fuerza este principio psicopedagógico. Y esas investigaciones nos dicen cómo reaccionan los bebés ante el estímulo sonoro. La mayoría concluye en que la educación musical tendría que empezar antes del nacimiento, hacia el sexto mes de la vida prenatal, señala Giacumbo.

Para la docente e investigadora, en general, la utilización de sonidos en la educación de niños de 6 a 36 meses no tiene una finalidad especial, sino que el docente los emplea de vez en cuando, como música funcional o experiencia aislada. “Quizás, la maestra, por no saber cómo utilizar los materiales sonoros se olvida de la influencia que ejercen en los primeros años de vida”, dice. Y destaca que la capacitación al respecto es “fundamental”.

La especialista sostiene que si se incorpora la música en forma sistemática en los primeros meses de vida del bebé se “enriquece su expresión y su senso-percepción del mismo”. Y además “afirma el vínculo afectivo adulto-bebé”. Y, si se tiene en cuenta que la materia prima de la música es el sonido, éste permite con sus cualidades de altura, timbre, intensidad y duración, desarrollar con diferentes juegos el oído del bebé.

Giacumbo remarca que está demostrado que un feto reacciona ante estímulos sonoros del exterior, desde movimientos del cuerpo hasta aceleración del ritmo cardíaco. Por lo que, al nacer, ya acostumbraron su oído a este tipo de estímulos. Ahora, no cualquier tipo de sonido sirve al propósito de la formación del niño: “Tienen que ser de un registro medio, o sea, ni muy agudos ni muy graves, y con una intensidad preferentemente suave, ya que los sonidos fuertes los asustan”.

En cuanto a la duración, son recomendables los sonidos ni muy cortos ni muy largos, aunque esto no es tan significativo. “Se pueden usar los cortos y los largos, depende del material con que es producido o con qué instrumento. Cuando una mamá o maestra canta bien es el instrumento natural más hermoso para el oído de un niño, es por eso que las canciones de cuna son tan importantes para una educación temprana”, explica Giacumbo. Y agrega que con la estimulación a través de los sonidos se coloca al alumno en situación de aprendizaje activo, “menos memorístico y mucho más práctico”.

“Creemos que si cada docente asume como un lenguaje propio la música, podrá trabajar desde los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales nuevas estrategias que favorezcan el aprendizaje musical de los niños a partir del Jardín Maternal”, finaliza.

Leonardo Oliva
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Dirección de Prensa
Universidad Nacional de Cuyo