Fuente: http://www.ctys.com.ar/
El primer borrador sobre el genoma de esta oleaginosa se presentó durante la 18º Conferencia Internacional del Girasol, que se celebró en Mar del Plata y Balcarce con la presencia de investigadores nacionales e internacionales. Leandro Lacoa (Agencia CTyS) - En el mundo científico, hay una lista cada vez más numerosa de cultivos que tienen secuenciada su estructura genética desde hace algunos años. El trigo, el maíz y la papa son algunas de las especies que potenciaron sus capacidades productivas gracias a la investigación científica, que permite, a través de ciertos genes, cuidar plantaciones enteras de la sequía o las plagas, entre otros peligros.

A partir de ahora, el girasol formará parte de este grupo selecto, porque Loren Rieseberg, investigador de la Universidad de British Columbia (Canadá), develó los avances en la clasificación de los genes de esta curiosa planta durante la 18º Conferencia Internacional de Girasol celebrada en las ciudades de Mar del Plata y Balcarce desde el 27 de febrero hasta el 1 de marzo.

“El encuentro fue el mejor momento para la presentación de los resultados, ya que es de interés para prácticamente todos los participantes y se espera que esta investigación ayude a conducir el futuro y los esfuerzos en el mejoramiento del girasol”, manifestó Rieseberg.

Según advirtió el investigador canadiense, la secuencia “aún no está completa”, aunque adelantó que los resultados podrían estar a fines de 2012, lo que facilitará la investigación sobre el comportamiento del cultivo en diversos ambientes.

La importancia de los genes

Con este anuncio, el girasol ingresó al reducido grupo de especies cultivadas por el hombre que tienen su genoma secuenciado, tal como sucedió en los últimos seis años con el arroz, la soja, la papa, el maíz, el sorgo y el trigo.

Tal es la relevancia del trabajo que, tras más de dos años de investigación, un equipo de British Columbia, junto a científicos de la Universidad de Georgia (Estados Unidos) y del INRA (Francia), utilizará el genoma para identificar los rasgos más importantes sobre el origen del girasol, lo que permitirá modificar algunos aspectos del cultivo para que se adapte a los ambientes hostiles.

Además, en Argentina, se abrieron varias líneas de investigación relacionadas con la  identificación de genes. Uno de los proyectos está a cargo de investigadores de INTA Balcarce y se basa en el diseño de una plataforma automática de fenotipos para identificar variedades más tolerantes a la sequía y más eficientes en el uso del agua.

Por otro lado, en la conferencia se presentó el chip de girasol, un artefacto capaz de reconocer los genes que se expresan en un determinado momento en la planta para mejorar su productividad y respuesta frente a diversos factores externos.

“Se trata de un diseño exclusivo, con el que se conocerán los posibles genes que se expresan en un determinado momento o condición de la planta, ante circunstancias de estreses diversos”, puntualizó a la Agencia CTyS, Paula Fernández, investigadora del CONICET y del Instituto de Biotecnología de INTA Castelar, quien participa del proyecto junto a las doctoras Ruth Heinz y Norma Paniego.

Hablemos del girasol

La Conferencia Internacional de Girasol se realiza cada cuatro años en diferentes países vinculados a la producción de la oleaginosa y trata diversos aspectos económicos y científicos con la presencia de científicos de todo el mundo. 

En esta ocasión, Argentina volvió a ser anfitrión, algo que no sucedía desde 1985, lo que permitió mostrar a otros países productores las contribuciones logradas por investigadores nacionales.

Antonio Hall, presidente del Comité Organizador Local e investigador de la UBA, comentó a laAgencia CTyS que “los puntos mas relevantes fueron los avances científicos relacionados con el rendimiento y el mejoramiento del cultivo, pero también la inversión que existe en Argentina y el mundo respecto a la oleaginosa”.

En este sentido, la última jornada del encuentro estuvo dedicada a mostrar el trabajo de investigación y desarrollo que se lleva a cabo en la Estación Experimental Balcarce, un espacio que pertenece al INTA.