Diariamente, la industria cementera emite altos porcentajes de gases contaminantes. Para reducir los efectos ambientales, los científicos recurren a una metodología novedosa y sustentable: el cultivo de microalgas para absorber dióxido de carbono. Gaspar Grieco (Agencia CTyS) - Las microalgas que
cultivan los investigadores de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo)
son autóctonas de la zona y tienen una alta capacidad de absorción de
dióxido de carbono. Planean utilizarlas en las fábricas de cemento para
reducir su impacto en la atmósfera y, además, crear biocombustible a
base de estos organismos.
Teniendo en cuenta que la industria
cementera genera el 5 por ciento del total de dióxido de carbono emitido
por la actividad humana, la innovación llevada a cabo por los
científicos cuyanos es vital para la protección de la atmósfera, ya que
las emisiones de este gas son las que, junto con otras sustancias,
producen el efecto invernadero.
“Las microalgas realizan un
proceso fotosintético, es decir, toman la energía solar y el dióxido de
carbono, que puede obtenerse de las fábricas de cemento, y los utilizan
para generar su alimento”, explica a la Agencia CTyS María Florencia Codina, ingeniera industrial y miembro del grupo de investigación.
Para
poder obtener el dióxido de carbono, los científicos lo tomarán
directamente de las chimeneas de las fábricas y, luego de enfriarlo,
será conducido a dispositivos especiales para disolverlo en agua de
cultivo y separarlo de los otros gases.
Es importante señalar
que el 60 por ciento de los gases de chimenea de la industria cementera
no provienen de la quema del combustible, sino de la propia reacción
química de descarbonatación del mineral. Por eso, tales gases son más
ricos en dióxido de carbono que en otras industrias.
Según la
ingeniera Codina, las pruebas realizadas en laboratorio para analizar la
potencialidad de las microalgas obtuvieron resultados alentadores. “La
idea sería hacer una planta piloto de media hectárea y cultivar las
algas allí. Así, podremos poner a punto todas las técnicas que llevamos a
cabo a escala laboratorio pequeño y acercarnos a escala industrial”,
cuenta.
Por otro lado, una vez absorbido el dióxido de carbono
emitido por la industria cementera, los científicos retirarán las algas
del agua para utilizarla como biocombustible y alimentar los hornos de
la fábrica.
“La biomasa, cuando es separada del agua y secada, se
parece al aserrín y se puede meter al horno para combustión. La idea es
utilizar la biomasa de algas como combustible alternativo”, concluye
Codina.
Al trabajar directamente con consorcios de algas, es
decir, con una variedad de especies y no con particulares, los
científicos deben someterlas a distintas condiciones para favorecer el
crecimiento de unas por sobre otras. De esta manera, buscan aprovechar
la potencialidad de las especies para distintos fines.