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Fue una de las primeras mujeres en recibirse de la Carrera de Medicina en Italia, desde donde emigró a nuestro país escapando del régimen de Mussolini. Sus investigaciones fueron indispensables para controlar la epidemia de poliomielitis. Se fue una vida que salvó muchas vidas. A los 101 años murió Eugenia Sacerdote de Lustig, una reconocida científica cuyas investigaciones fueron clave para controlar la epidemia de la poliomielitis y que dedicó gran parte de su trayectoria al estudio de las células vivas.

Sacerdote de Lustig murió el domingo, pero su fallecimiento recién se conoció hoy. El 9 de este mes había cumplido 101 años. Estaba ciega desde hacía 10 y el dolor de ciática la aquejaba a menudo, pero la lucidez la acompañó hasta el final. Hacía dos semanas le habían otorgado la Medalla del Bicentenario en el Senado, una distinción que sólo reciben altas personalidades.

Nació en Turín, Italia, en 1910. Fue, junto con su prima hermana Rita Levi Montalcini (Nobel de Medicina 1986 y senadora vitalicia en Itaia), una de las primeras mujeres en recibirse de médica en ese país.

De familia judía, Eugenia llegó a Argentina en 1939, tras dejar su país a causa del terror impuesto por el régimen de Benito Mussolini.

En la cátedra de Histología de la Universidad de Buenos Aires se dedicó a investigaciones con el cultivo de células vivas in vitro, técnica que permite el estudio de virus y tumores. En 1959, su trabajo fue decisivo para controlar la poliomielitis.

En esa oportunidad, en el marco de la campaña para introducir la vacuna contra la enfermedad y “para dar el ejemplo”, ella y sus hijos fueron los primeros en darse la vacuna, según recordó en una entrevista con la agencia de noticias italiana ANSA.

Discípula de Bernardo Houssay, Sacerdote de Lustig fue investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y jefa de Virología del Instituto Malbrán. Incansable y apasionada, trabajó hasta los 80 años, cuando comenzó a perder la visión.

Entre otras galardones, el año pasado había sido reconocida como “prócer de la medicina bicentenaria”, con un diploma de honor que le entregaron el ex presidente de Uruguay Tabaré Vázquez, y el ex rector de la Universidad de Buenos Aires Guillermo Jaim Etcheverry, entre otros.