Nadia Luna (Agencia CTyS) - A los habitantes de la
región del fin del mundo les cuesta recordar el sabor de las verduras.
Cultivar en una zona como la Patagonia no resulta productivo debido al
constante acecho de las heladas. Importar verduras de otros pagos
implica costos mayores. Y acondicionar un invernadero para afrontar el
clima extremo suele requerir de importantes inversiones adicionales.
Para
que las verduras no sean un privilegio de las regiones cálidas, el
doctor en Ingeniería Nuclear Luis Juanicó, investigador del CONICET en
el Centro Atómico Bariloche, diseñó un sistema activo de arquitectura
solar para mejorar el confort de invernaderos, que permitiría extender
su uso a climas fríos y de gran amplitud térmica.
Al utilizar la
energía proveniente del sol, se convierte en la única opción factible
en localidades aisladas de la red eléctrica. Incluso la batería
necesaria, de apenas un vatio, podría recargarse mediante un pequeño
panel fotovoltaico. Otras ventajas son los bajos costos de sus
componentes y la sencillez técnica requerida para construirlo.
“Para
colectar el exceso de calor que se origina en los invernaderos durante
el día, el sistema emplea un gran volumen de agua, que es la sustancia
natural de mayor capacidad calorífica. Así, ese calor se almacena en un
tanque para ser usado a la madrugada, momento crítico en el que se
producen las heladas”, explica Juanicó a la Agencia CTyS,
quien decidió no patentar el proyecto, sino darlo a conocer
públicamente en la Asociación Argentina de Energías Renovables y
Ambiente (ASADES) para su uso universal.
Problemas que te dejan helado
Un
invernadero es una herramienta indispensable para la sustentabilidad
del hombre en regiones de clima frío, como la Patagonia, o de gran
amplitud térmica, como la Puna. Sin embargo, posee dos desventajas
importantes.
Por un lado, el calor que llega al invernadero a
través de la radiación solar no se acumula en su estructura, ocasionando
un rápido descenso de la temperatura por la tarde y noche. “El
invernadero es como una carpa: de día te cocinás de calor adentro, y de
noche, te morís de frío”, grafica el ingeniero.
Por otro lado,
el sobrecalentamiento diurno también es perjudicial para la producción y
obliga a efectuar estrategias que implican importantes costos extra,
entre ellas: instalar ventiladores, colocar toldos media-sombra, y
diseñar la clásica “bizona”, un invernadero de techo alto que contiene
el exceso de calor en la parte superior, lejos de las plantas.
“La
mayoría de los sistemas de arquitectura solar diseñados con agua son
pasivos, es decir, el agua está quieta. Lo que pasa es que se crearon a
fines de los ´60 y las computadoras eran muy básicas como para mover el
agua y automatizar el proceso”, señala el investigador. La desventaja de
un sistema pasivo es que libera calor a lo largo del día y, cuando
llega la madrugada, su capacidad térmica se encuentra en el mínimo
nivel. Hoy, la realidad tecnológica es otra, por lo que implementar un
sistema “activo” no implica grandes inconvenientes y puede ser
construido por el propio usuario.
Una solución a fuego lento
El
sistema de confort térmico para invernaderos está inspirado en el techo
solar “de agua” creado anteriormente por Juanicó. Consta de dos
intercambiadores de calor hechos con manguera flexible, conectados a un
gran tanque con agua emplazado al costado del invernadero. El tanque
debe estar aislado térmicamente, para lo cual también se proponen
materiales aislantes baratos.
Así, el primer intercambiador,
colgado del techo, absorbe el sobrecalentamiento diurno gracias a su
cubierta transparente especial, y transfiere el calor hacia el tanque,
donde se almacenará. Cuando el descenso de la temperatura llega a un
nivel crítico, una pequeña bomba de agua se enciende automáticamente.
Entonces, el agua circula por el segundo circuito de manguera plástica,
ubicado en el suelo, y brinda confort al invernadero.
El
ingeniero destaca que el sistema puede aplicarse tanto en invernaderos
nuevos como en aquellos ya establecidos, de cualquier forma y tamaño,
aunque los primeros tienen la ventaja de que pueden realizarse
directamente con un techo parabólico de baja altura y pasillos internos
soterrados (como se observa en el gráfico). De este modo, el dinero que
se ahorra al no construir la bizona, sirve para solventar algunos costos
del sistema.
Pero una cuestión fundamental que involucra a todo
proyecto que utilice energía solar es: ¿qué pasa durante los días
nublados? En este caso, el investigador propone montar un sistema
híbrido, mediante el uso de un calefactor eléctrico de pequeña potencia
que complemente el calentamiento solar en jornadas de baja irradiación.
El
próximo paso del proyecto apunta a la realización de investigaciones
experimentales que prueben el funcionamiento del sistema en distintos
climas, por lo que Juanicó invita a todos los colegas que quieran
sumarse a la iniciativa. “Por eso no lo patentamos, para que todos lo
puedan usar libremente y nos consulten cuanto sea necesario. Ojalá
podamos contactarnos con muchas organizaciones interesadas en
construirlo”, concluye.
Para todos aquellos que estén interesados en el proyecto, el mail del doctor Luis Juanicó es