Desde hace cinco años, los arqueólogos de la UNLP-Conicet Mariano
Bonomo y Gustavo Politis realizan excavaciones en las islas entrerrianas
de los departamentos de Victoria, Diamante y Gualeguay, donde hace más
de un milenio establecieron sus campamentos grupos aborígenes conocidos
como Chaná-Timbú.
Para mantenerse a salvo de las inundaciones, los indígenas litoraleños
construyeron montículos de tierra que les permitían elevar hasta 3
metros el nivel de la superficie. De esta manera lograban protegerse,
incluso, durante las peores crecidas del río Paraná.
Bonomo explicó que estas formaciones artificiales siguen siendo
utilizadas por los actuales pobladores de las islas del Delta; y que
muchos de ellos emulan a los antiguos Chaná-Timbú en la construcción de
sus propios montículos para la práctica de la ganadería y de la
apicultura.
“Estos hallazgos sirven para reafirmar que, a diferencia de lo que se
piensa, tenemos un vínculo cultural muy fuerte con lo prehispánico; que
nuestra historia no arrancó con la conquista. Es importante comprender
que, en pleno siglo XXI, usamos un paisaje construido hace mil años y
esa estrategia de ocupación del ambiente sigue siendo funcional y útil
para los puesteros y pescadores del Delta” indicó a InfoUniversidades el
investigador de la UNLP.
Las excavaciones permitieron además establecer con certeza que estos
grupos originarios practicaban la horticultura -además de la caza, la
pesca y la recolección- sobre esos cerritos artificiales. Según Bonomo,
“se trata de una evidencia que no se tenía hasta ahora y, como no hay
registros de otros grupos originarios dedicados a la agricultura más al
sur de las Islas del Delta, podemos afirmar que allí se encuentra el
límite meridional de la práctica del cultivo en Sudamérica”.
Los arqueólogos platenses realizaron estudios microscópicos del material
hallado en el interior de vasijas, platas y otros utensilios y lograron
determinar con exactitud que los antiguos habitantes cultivaban, al
menos, maíz, poroto y zapallo.
Los montículos construidos por los indígenas tienen hasta 3 metros de
altura y una superficie que, en algunos casos, alcanza los 10 mil metros
cuadrados. Están hechos no sólo de tierra, sedimentos arcillosos, y
arena; curiosamente, los Chaná también manejaban el concepto del
escombro como material grueso para consolidar el terreno. Las
excavaciones hechas en el lugar permitieron determinar que ese
particular escombro está conformado por restos de vasijas, piedras y
hasta huesos.
Por último, Bonomo destacó que “lo interesante de estas investigaciones
es que permiten darse cuenta de que, muchas veces, el paisaje que
nosotros conocemos y que consideramos natural, es en realidad una
construcción social que tiene mucho para decirnos acerca de nuestra
propia historia”.