Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas
El Parkinson y el Alzheimer son enfermedades de naturaleza
neurodegenerativa, es decir que provocan la destrucción o la muerte
progresiva de las neuronas de los distintos sistemas o estructuras
nerviosas. Estas patologías tienen su origen en un proceso llamado
amiloidogénesis proteica. Se trata de un proceso de agregación de la
proteína, es decir, cuando ésta se transforma de una molécula soluble a
formar un depósito. Este paso sucede en un determinado estadio de la
vida o ante determinada disfunción neuronal y, cuando ocurre a nivel
cerebral, ocasiona la pérdida progresiva de neuronas y la aparición de
las enfermedades.
Si bien el proceso del Parkinson y Alzheimer es el mismo, ocurre en
distintas localizaciones cerebrales, es por esto que el paciente de
Parkinson tiene una disfunción motriz pero es consciente de lo que le
pasa y el paciente de Alzheimer tiene problemas conductuales.
Claudio Fernández encabeza el equipo de investigación del Instituto de
Biología Molecular (IBR-Conicet) de Rosario, que trabaja desde hace 5
años en el estudio de estas enfermedades y que descubrió la forma
tridimensional de la proteína en su estado inofensivo. “Lo que nosotros
logramos ver es cómo es la proteína en su estado nativo, en el cual
tiene que cumplir una determinada función, es soluble y no produce
ningún nivel de toxicidad ni daño celular, y cuáles son los cambios
estructurales que ocurren por los que la proteína pasa de un estado
inofensivo a un estado neurotóxico, ofensivo para la neurona”, explicó a InfoUniversidades el investigador.
El estudio se realizó con la técnica de Resonancia Magnética Nuclear, el
único método de análisis para determinar la forma tridimensional de la
proteína. “Al conocer su estructura tridimensional en su estado
inofensivo y en su estado neurotóxico, se obtiene información muy
detallada de cuáles son las zonas o regiones de la proteína que son
claves para que esa transformación ocurra. Y en función de eso se
advierte que hay zonas o regiones que juegan un rol más importante”,
detalló el investigador.
De esta manera, se arriba a la posibilidad de diseñar fármacos que
actúen sobre la zona que comienza a fallar, tratamientos y modos de
prevenir las enfermedades. “Si esta es la región de la proteína donde se
produce el daño neurotóxico, no tiene sentido combatir toda la
proteína, sino que hay que atacar esa región específica”.
La investigación está en la fase de acumulación de información y
generación de conocimiento. El próximo paso es desarrollar la fase
preclínica, un proyecto multidisciplinario mucho más ambicioso.
“Tendríamos que generar una infraestructura en la cual interaccionen una
unidad de biología molecular
estructural, de biología celular para evaluar toxicidad, y una unidad
de química combinatoria que permita generar miles de compuestos que
podamos evaluar in vitro. Ver cómo se une la proteína por resonancia
magnética nuclear y aquellos compuestos que se unen e inhiben el proceso
amilodogénico in vitro, y comenzar a testearlo a nivel biológico no
sólo en cultivo de células neuronales sino en animales invertebrados,
modelos animales que reproduzcan la enfermedad de Parkinson y que
permitan evaluar los compuestos rápidamente” indicó Fernández.
La información obtenida serviría para el tratamiento de otros procesos
neurodegenerativos relacionados como, por ejemplo, un tipo de diabetes
que está ocasionado por una proteína que se comporta de forma similar a
las estudiadas en este trabajo; enfermedades en el cristalino, que
llevan a cegueras y enfermedades en pacientes que se dializan cuyas
proteínas, después de 3 o 4 años, comienzan a degenerarse. “Nuestro
objetivo final es poder arribar a una fase clínica en humanos”, concluyó
el investigador.