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La producción industrial del dulce de mamón crece en la región por la alta disponibilidad de esta fruta. El proceso demanda un elevado costo en combustible que atenta de manera directa a la industrialización. Pero un trabajo científico, tomando como base la biodigestión anaeróbica, logró obtener biogas con la cáscara y los restos no utilizados de la fruta regional, lo que representa una ventaja para el sector productivo.
Un grupo de investigadores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) comprobaron que con la cáscara y la fruta que se descarta en la confección del dulce y un biodigestor se puede generar gas combustible, también llamado biogas. Y en cantidad suficiente como para hacer funcionar las calderas donde se cuece el mamón o para calentar agua a niveles industriales. Aunque el trabajo se realizó en base al mamón, se podría aplicar a otros dulces regionales.
Esto no sólo reduciría considerablemente los costos de producción, disminuyendo el gasto en combustible, permitiría además utilizar un importante volumen de cáscaras y frutas en mal estado que actualmente son desechadas como basura.
Se trata del Grupo de Investigación de Energías Renovables (GIDER) que funciona en el Laboratorio de Termodinámica de la Facultad de Ingeniería. Allí trabajan el ingeniero Pablo Martina, el licenciado Juan Corace y la licenciada Raquel Aeberhard. Estos profesionales trabajan ya hace 8 años con la digestión de residuos orgánicos  para generar gas que se pueda utilizar como combustible.
Durante este periodo investigaron la cantidad de gas metano que producen diferentes sustancias a partir de la biodigestión. Se han realizado ensayos con basuras de cocina, restos de aserrín y virutas y recientemente con restos de la industria alimenticia.

Introducción. El mamón es una fruta que tiene elevado desperdicio, ya que se eliminan los pedazos golpeados, magullados o de mal aspecto. El desecho puede llegar hasta el 30 por ciento de la fruta inicial. Este es el primer aspecto positivo del mamón en términos de biodigestión, ya que se trata de un volumen suficiente para la generación de gas en cantidades explotables.
Según explicó a la Revista de Ciencia y Técnica uno de los investigadores, esta fruta desechada tiene otra característica que la hace apta para la producción de biogas. “El mamón contiene un gran porcentaje de humedad, se desmenuza fácilmente y a veces ya tiene cierto grado de  descomposición, cualidades que lo hacen ideal para alimentar un biodigestor”, agregó Pablo Martina.
Pero eso no es todo. El mamón también tiene una relación Carbono-Nitrógeno tal que evita la necesidad de agregar este último componente (Nitrógeno), haciendo más sencillo y económico aún el proceso de biodigestión.

Descripción del trabajo. En el Laboratorio de Termodinámica Martina y su equipo cortaron y picaron un kilo y medio de pulpa madura de mamón. Lo hicieron en trozos cúbicos de aproximadamente 2 centímetros y agregaron y mezclaron con agua y material inoculante de bacterias en cantidad suficiente de acuerdo a la bibliografía utilizada en el ensayo, para lo cual se utilizaron 270 gramos de heces.
El biodigestor que usaron fue uno pequeño de carga única o tipo batch, de plástico, con capacidad de 20 litros, con una serpentina externa de caño plástico para calefacción del proceso por medio de agua caliente, boca superior de carga y salida de gases y boca inferior para toma de muestras y otras mediciones. La acumulación y medición del gas se realizó por medio de gasómetro de campana flotante y presión constante.
La producción de biogas fue muy rápida, empezó a las 5 horas. “Para un proceso de fermentación biológica, se la puede clasificar de casi espontánea”, aseguró Martina a Ciencia y Técnica.

Conclusiones. Martina y su equipo, después del ensayo, consideraron a la producción de biogas a partir del mamón como “satisfactoria”. “Fue lo suficientemente importante como para justificar la instalación de una planta de producción de biogas del tipo continua, con su reactor de digestión semienterrado y un gasómetro para la acumulación del biogas producido”, aseguró el ingeniero Martina.
Corace y Aeberhard agregaron que la descarga de barros que se genera en el proceso de biodigestión tiene elevado contenido de nitrógeno y que esto permite su utilización como fertilizante en huertas productoras de plantas. Y resaltaron que “debe tenerse en cuenta que actualmente todo el rechazo de la fruta se tira sin darle ninguna utilidad”.
Según las proyecciones de su investigación, los profesionales consideraron que “el biogas generado puede utilizarse principalmente en la cocción de la fruta y para calentamiento de agua de uso industrial en un calefón común o en una caldera”.
Y la última conclusión fue qué “el uso de biogas disminuiría el uso de combustibles fósiles, hoy día excesivamente costoso, cada vez mas difícil de proveerse y altamente contaminante”. Lo que –aseguran- permitirá a los propietarios de fábricas del dulce y todas las fabricas que tienen desperdicios del tipo orgánico que se pueda presentar y solicitar -de acuerdo al Tratado de Kyoto- el recupero de divisas debido al canje de “bonos verdes de carbono”, un esquema de mercado donde empresas de países industrializados pagan a otras, la mayoría en naciones menos desarrolladas, por su reducción en las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI), por lo cual expiden certificados.

Aplicación. Este y otros trabajos del GIDER no sólo son insumo científico o teórico, sino que tienen aplicación práctica que el mismo grupo encara. Según adelantó Martina, él y su equipo tienen previsto construir un biodigestor a un refugio de jóvenes de las afueras del Gran Resistencia.
Este permitirá abaratar costos a la producción porcina que allí realizan jóvenes con problemas de adicciones, y paralelamente generará abono para huertas que también trabajan.
Se trata del refugio San José y está ubicado a las afueras de la localidad de Tirol. En el lugar viven y tienen contención unos 10 adolescentes de entre 12 y 18 años con problemas de adicción al alcohol o las drogas. El padre Juan José Crippa, a cargo del mismo, gestionó la ayuda del GIDER.
Según los investigadores, el biodigestor que instalarán permitirá calefaccionar las parideras de chanchos donde los jóvenes los crían. Actualmente las parideras son calefaccionadas con leña que deben comprar y les representa mucho gasto. Con el biodigestor ahorrarán ese dinero y el residuo que quedará después de la digestión anaeróbica, lo usarán como fertilizante de la huerta en la que cultivan frutas y verduras.

Fuente: http://revistacyt.unne.edu.ar