Científicos de la UNL y el CONICET trabajan para sustituir productos derivados del petróleo por otros biodegradables y provenientes de fuentes renovables. Expertos del INTEC investigan cómo sortear los desafíos técnicos que implican estas nuevas alternativas.
Sustituir materiales tóxicos de origen mineral por otros biodegradables generados a partir de materias primas vegetales es el objetivo de un grupo de investigadores del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC).
“Los aceites vegetales, como los provenientes de las oleaginosas, constituyen fuentes de materias primas -de moléculas- que sirven para la producción de muchos productos diferentes”, explicó el Dr. Miguel Ángel Baltanás, investigador del INTEC dependiente de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del CONICET.
Una de las aplicaciones que están siendo estudiadas es el diseño de “biolubricantes” que pueden ser grasas o aceites. “El desafío es que hay necesidades distintas en cada país. No es lo mismo un lugar donde hace -40 grados, donde requieren un lubricante que no se congele por el frío en el arranque, que los requerimientos de un país que tiene lugares como Santa Fe donde puede hacer 40 grados o más. Un material multipropósito no es fácil de hacer y es ahí donde estamos apuntando“, indicó Baltanás.
Con el desarrollo de sustancias biodegradables se implementa una doble estrategia, ya que por un lado se disminuye el consumo de recursos no renovables y, al mismo tiempo, se evita generar un material que luego debe ser desechado y puede contaminar el suelo y las aguas subterráneas.
“Cada vez que se cambia el aceite de un auto o un colectivo, ese material hay que desecharlo de alguna manera; son miles de toneladas. Si se hacen lubricantes biodegradables podemos evitar esa contaminación”, ejemplificó el experto.
Una de las nuevas líneas de trabajo apunta a producir estos lubricantes a partir de un subproducto de la elaboración de biodiesel: el glicerol. Se trata de un alcohol que se utiliza en distintas industrias como la química y la farmacéutica. En este caso, los investigadores apuestan, en cooperación con una empresa rosarina, a usar el glicerol como materia prima para el desarrollo de biolubricantes para diversos climas. De esta manera se aprovecha el subproducto sin recurrir a los aceites minerales.
Alternativas verdes
El abordaje, tanto desde el punto de vista académico como en el trabajo conjunto con empresas del sector privado, apunta a superar las dificultades técnicas que implica trabajar con aceites vegetales.
En las sustancias biodegradables se da una contradicción, según lo señaló Baltanás, ya que los aceites vegetales pueden degradarse precisamente porque son más frágiles, lo que dificulta trabajar con ellos. Esto es diferente a lo que ocurre con derivados petroquímicos que no se alteran con el correr de los años precisamente porque al ser tóxicos, los microorganismos no sobreviven en ellos y son por eso más estables.
“Hay que tomar ciertas precauciones al trabajar con aceites vegetales. Si en la fabricación se tiene el cuidado de evitar la exposición a la luz, el oxígeno y la humedad, es posible lograr materiales muy estables”, afirmó.
Valor agregado
“Lo que estamos procurando hacer en el INTEC es pasar de los usos convencionales de los aceites vegetales a otros no convencionales que implican valor agregado”, manifestó Baltanás.
Esto es una transición a un uso más sabio de la biomasa, ya que como explicó el investigador, hay muchas cosas que se pueden hacer gracias a que el sol sale cada mañana.
“En el mundo hubo un gran cambio cuando apareció el petróleo barato y todo lo que se hacía con materiales renovables pasó a ser producido con derivados petroquímicos. Ahora sabemos, por ejemplo, que eso produce calentamiento global, entonces por qué no volvemos a las fuentes vegetales”, reflexionó Baltanás.
A partir de los aceites vegetales se pueden hacer epóxidos que son moléculas que sirven de intermediarios para hacer una variedad de otras sustancias. Sirven para hacer lubricantes, pero también se pueden hacer con ellos sustitutos de poliuretanos (como el que se usa en los colchones o, incluso, en las suelas de las zapatillas) o poliuretanos rígidos (que sirven como aislamiento en las heladeras y las cámaras frigoríficas). “Son muchísimas las cosas que se pueden hacer a partir de estos aceites”, resumió.
Fuente: Prensa Institucional UNL