En Latinoamérica, el desarrollo de esa disciplina debe servir para salvar el desigual acceso a la salud y solucionar problemas “reales”. Así, opina el psiquiatra chileno Fernando Lolas Stepke, reciente Doctor Honoris Causa de la UNC, quien habló sobre cómo el poder y los intereses económicos definen lo que se investiga y llegan a inventar “cuadros clínicos completos”.
Utilizar la tecnología médica para el beneficio de la población, no importar modelos tecnológicos concebidos para otros contextos sociales y no ser “ingenuos” a la hora de pensar la relación entre el poder y el conocimiento que se decide desarrollar. Ésas serían las recomendaciones generales que el psiquiatra Fernando Lolas Stepke y director regional del Programa de Bioética de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) “recetaría” para el ”diagnóstico” de América latina.
Sobre este tema habló durante el discurso que ofreció al recibir el título de Doctor Honoris Causa de la UNC, el viernes 23, oportunidad en la que se refirió a las “Dimensiones éticas de la innovación tecnológica en medicina“. Bajo esta consigna, reflexionó sobre cómo el poder genera y determina la investigación. “Si no, que lo demuestre la industria farmacéutica, que ha creado, por lo menos en el campo en el que estoy familiarizado, cuadros clínicos completos, trastornos de pánico por ejemplo, sólo porque existían los medicamentos apropiados para hacerlo”.
Para el especialista, se trata de “soluciones (creadas) desde un poder fáctico, económico y político, que inducen a pensar que ése es el conocimiento deseado”. Por ello, advierte que se debe poner en consideración y debate el rol de las “tecnologías del poder”, aspecto sin el cual, asegura, “no existe reflexión ética real”.
Falsas expectativas
En opinión de Lolas Stepke, el análisis de la tecnología y su uso en el campo de la medicina tiene que incluir lo que la gente espera o aspira con los avances tecnológicos; básicamente, para no alentar expectativas equivocadas ni soluciones mágicas. “Uno de los principales problemas que se ha creado es que se ofrece a las personas cosas que no se van a cumplir; son esperanzas falsas”.
A las dificultades asociadas con estas promesas insatisfechas se suma el acceso desigual a los beneficios derivados de los adelantos tecnológicos en medicina. Se trata, en definitiva, de cuántos individuos pueden realmente realizarse, por ejemplo, un estudio de resonancia magnética nuclear, situación que el psiquiatra define como “un conflicto ético-social”. “Existen varias disyuntivas éticas desde el punto de vista de los nuevos descubrimientos –plantea–, como la posterior posibilidad de su utilización por parte de la población. Particularmente, en América latina es importante tener en cuenta que se saben muchas cosas en el campo médico, pero esos beneficios no llegan a todo el mundo”.
Otro dilema ético se plantea en torno a determinar qué tiene prioridad: los derechos de propiedad intelectual por determinado descubrimiento o su uso generalizado en la comunidad. “Las patentes en algún momento también presentan una dificultad moral, porque hay que hacer extensivo esos beneficios a todo el mundo y a veces la protección de la propiedad intelectual puede generar conflictos”, argumenta.
Con la mirada en el ombligo
Otro de los conflictos bioéticos a los que se refirió el directivo de la OPS está vinculado al afán del trabajo y la investigación con la mirada puesta en el rédito académico-personal y no en la sociedad. El especialista bautizó esta situación como “autonomía de los sistemas tecnocráticos”, donde “los tecnócratas, que dicen servir a una causa noble, terminan sirviéndose a ellos mismos”. Sobre este punto, disparó contra las publicaciones donde se difunden artículos que sólo sirven “para hacer la carrera académica”.
Asimismo, criticó el traslado y la aplicación automática del conocimiento y sus desarrollos tecnológicos a diferentes países, sin tener en cuenta las necesidades y realidades locales, una práctica que, en rigor, no es patrimonio exclusivo de la medicina. “Se reflexiona en estas materias por analogía: en tal lado funcionó este objeto, esta tecnología, por lo tanto puede ser aplicado aquí”, expresó y, seguidamente agregó que con ello se ignoran “los elementos contextuales que hacen que esa misma tecnología no sea eficiente en otro lugar”. En ese sentido, mencionó que, actualmente, países multiétnicos como los latinoamericanos comenten numerosos errores al “aplicar acríticamente principios y dogmas de cierta medicina a grupos humanos con otras tradiciones culturales”.
(Fuente: www.hoylauniversidad.unc.edu.ar)