Fuente: UNT
Las llamadas aves del terror fueron la especie de aves predadoras conocidas más grandes del paisaje prehistórico. La paleontóloga tucumana Sara Bertelli fue convocada para estudiar el cráneo del Phorusrhacidaeo, ave del terror más grande encontrada hasta el momento, descubierta en la estación de tren de Comallo, cerca de San Carlos de Bariloche. Imaginemos el planeta hace 15 millones de años. América del norte separada por completo de América del sur. Justamente en el sur del continente americano vivían aves enormes y predadoras como la especie Kelenken Guillermoi, que pertenece a la familia de las aves del terror (las aves predadoras conocidas más grandes de la prehistoria). Estos animales podían medir tres metros de altura y pesar unos 160 kilos; su cabeza (que incluía un pico enorme y curvo) tenía más de 70 cm de longitud y sus fósiles, que fueron encontrados especialmente en Argentina, son estudiados por científicos de todo el mundo. Sara Bertelli integra ese grupo de expertos.

La bióloga y paleontóloga es egresada de la Facultad de Ciencias Naturales y se especializa en el estudio de la evolución de las aves actuales y de los fósiles. Es una de los tantos científicos repatriados por el Conicet gracias al programa nacional Raíces, y en la actualidad trabaja en la Fundación Miguel Lillo. Realizó posdoctorados en los museos de Ciencias Naturales de Estados Unidos (Nueva York, Los Ángeles) y Alemania (Berlín, Frankfurt). A partir de ese momento integró el equipo de expertos que estudia las “aves del terror”, dirigido por Luis Chiappe, del Museo de Historia Natural de los Ángeles.

El equipo de Chiappe y Bertelli fue convocado para estudiar el cráneo del Phorusrhacidaeo, ave del terror más grande encontrada hasta el momento, descubierta junto a un tarsometatarso del animal en la estación de tren de Comallo, cerca de San Carlos de Bariloche.

A partir de aquel hallazgo cambió radicalmente la idea que tenían los especialistas sobre algunas características de la especie. “Se pensaba que por su gran tamaño estas aves se movían lentamente y esta idea está siendo modificada, ya que por las características de los huesos de las patas (delgados y gráciles) se considera que habrían sido bastante ágiles, aunque un poco menos veloces que el avestruz que se conoce en la actualidad” explica Bertelli a Argentina Investiga.

Otro punto de inflexión que representó el descubrimiento es concluir que el tamaño de estas aves podía llegar a los tres metros (estimado a partir de la dimensión del cráneo encontrado en Bariloche) a diferencia de los cráneos antes estudiados, que eran más pequeños. Bertelli comentó que las aves del terror vivieron entre 60 millones de años (Paleoceno) y dos millones de años (Plioceno tardío), y que fueron desapareciendo con la emergencia del istmo panameño que unió América del norte con América del sur. “Eso explica los fósiles encontrados más recientemente de Phorusracidae en Florida, Estados Unidos, que demuestran el intercambio de la fauna desde América del sur, una vez unidos ambos continentes”, detalló la profesional.

Bertelli se prepara para realizar en los próximos meses una nueva expedición al Noroeste Argentino (Catamarca), y más precisamente a Santa María y Andalgalá, con la idea de encontrar nuevos fósiles de otras aves del terror. “Esta vez buscamos fósiles parientes de Andalgalornis y Procariama, que al igual que el Kelenken integran el grupo de las aves del terror, pero son de menor tamaño”, sostuvo la investigadora.

Bertelli señala que mejoraron las condiciones para los científicos en los últimos años y que eso la motivó para volver a su país en 2012. “Hay programas y líneas de financiamiento, el apoyo a la investigación científica es hoy una política de Estado, lo cual nos permite vivir de nuestro trabajo y en nuestro país”, concluyó la profesional.