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Aunque tiene más de 25 años de existencia, la moda de comer como en la Era Paleolítica para bajar de peso está en boga. Desde la UNL explicaron de qué se trata y qué debe contemplar una alimentación saludable. Cada tanto se pone de moda alguna que otra dieta para bajar de peso que se va difundiendo de boca en boca, que no pasa por el control de especialistas y que muchas veces no es adecuada. Una de ellas es la llamada Dieta paleolítica o Paleodieta, que supuestamente rescata los hábitos alimenticios de nuestros antepasados de las cavernas. Desde la Universidad Nacional del Litoral (UNL) explicaron de qué se trata y las consideraciones que hay que tener en cuenta para comer bien.

“Es una forma de alimentarse basada en lo que teóricamente comían nuestros antepasados en la era Paleolítica, cuando el hombre era cazador-recolector, antes de que se desarrollaran la ganadería y la agricultura. Sin embargo, es una dieta que nació hace ya más de 25 años en Estados Unidos. Los defensores de este tipo de alimentación sostienen que fue diseñada originalmente para mejorar la salud a través de una alimentación más natural”, explicó María Candioti, Licenciada en Nutrición y docente de la Licenciatura en Nutrición de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL.

Según agregó, se trata de una dieta cuyos componentes principales son los alimentos que se cree que nuestros antepasados encontraban en el medio natural: frutas y verduras, raíces y tubérculos, frutos secos, aceites vegetales crudos, carnes magras, huevos y pescados. “Excluye aquellos alimentos que se introdujeron en nuestra dieta tras el desarrollo en el pasado de la agricultura y la ganadería y, más recientemente, de la industrialización, como son los cereales, las legumbres, los productos lácteos, la sal, el alcohol, las carnes grasas, el azúcar refinado y los productos procesados industrialmente”, continuó.

Dieta incompleta

Candioti, de la cátedra de Nutrición en Situaciones Patológicas, expresó que la dieta paleo se fundamenta en la idea de que los seres humanos, a través de miles de años de evolución, hemos adquirido una serie de características genéticas adaptadas a una forma de alimentarnos que dista mucho de la dieta que consumimos actualmente. “Es precisamente esta discordancia entre el diseño de nuestros genes y los alimentos que consumimos en la actualidad lo que ha favorecido el aumento tan alarmante de las enfermedades relacionadas con la nutrición: diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, entre otras. Según los defensores a ultranza de la paleodieta, nuestros genes hacen que nuestro organismo no esté adaptado al consumo de cereales y derivados, legumbres ni productos lácteos”, enumeró.

“En este sentido, es importante resaltar que si bien la paleodieta hace un aporte fundamental a las dietas actuales al apostar claramente por una alimentación más natural, basada en alimentos frescos, rica en frutas y verduras, frutos secos, grasas saludables y fuentes de proteínas magras procedentes de animales criados de una forma más natural, no es conveniente desestimar el consumo de cereales ni de lácteos en la alimentación diaria, ya que éstos también son alimentos indispensables para alcanzar una alimentación saludable. Por otra parte, no podemos pretender consumir aquellos alimentos que reproduzcan exactamente los que consumían nuestros ancestros, pues las circunstancias han cambiado enormemente”, argumento Candioti.

Necesidades individuales

Según agregó la nutricionista, es muy importante tener en cuenta que no existe una dieta universal que se adapte a todos los individuos, cada persona tiene necesidades nutricionales individuales y esto hace que un plan de alimentación deba responder a esas necesidades. “Un plan de alimentación diseñado de manera personalizada debe tener en cuenta el estado de salud/enfermedad de una persona, la edad, el sexo, el estado nutricional, la actividad física y el momento biológico en el que se encuentra (infancia, adolescencia, embarazo, lactancia, ancianidad), así como también los hábitos alimentarios, gustos, preferencias y su situación socioeconómica, que condicionarán la adherencia al plan. Sin embargo, hay algunos lineamientos esenciales que debemos tener en cuenta a la hora de juzgar si una dieta es o no saludable”, advirtió.

“En primer lugar hay que considerar que una alimentación saludable debe incluir alimentos de todos los grupos: lácteos y derivados, carnes y huevos, cereales y legumbres, frutas y verduras, aceites y grasas y, en menor medida, azucares y dulces. La incorporación de alimentos de todos los grupos garantiza una alimentación saludable, pues cada grupo es fuente de nutrientes específicos necesarios en el organismo para mantener un buen estado de salud. También ha de existir un adecuado balance entre ellos para que el consumo excesivo de un alimento no desplace o sustituya a otro también necesario que contenga un determinado nutriente”, manifestó.

Por último, Candioti apuntó que un aspecto muy importante a tener en cuenta es la moderación en las cantidades consumidas de todos esos alimentos, para mantener el peso adecuado y evitar la obesidad y sus consecuencias. “A nivel poblacional existen guías alimentarias para la población elaboradas por las sociedades de nutrición que incluyen mensajes o recomendaciones específicas dirigidas a la población en general que orientan sobre el tipo de alimentos y las porciones sugeridas para cada grupo. Es importante tener en cuenta que estas recomendaciones son generales y nos sirven como guía, pero es importante consultar al nutricionista para que pueda diseñar un plan alimentario que se ajuste a nuestras necesidades individuales”, finalizó.