Con la creación, este año, de dos nuevos centros de investigación, la ciudad sigue haciendo punta en materia de avances científicos. Uno de ellos es el Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (Iprobiq), uno de los diez que dependen del Conicet y, en su caso, también de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y el único especializado en lo que podría llamarse ciencia aplicada. De hecho, su singularidad radica en que mantiene "una fuerte vinculación con el medio productivo", ya que "participa en proyectos de desarrollo con empresas del Gran Rosario, sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires", explicó el autor de la propuesta que le dio forma y logró su aprobación, el profesor Guillermo Picó.
El flamante centro es el quinto en ponerse en funcionamiento dentro de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas. En el instituto trabajan 54 personas, entre investigadores, becarios y estudiantes avanzados.
El Iprobiq fue creado a fines de marzo pasado, aunque todavía no cuenta con un director formal porque se trata de un cargo que debe ser concursado.
Aun así, con 41 años como docente de la facultad, en los hechos Picó funciona un poco como "padre de la criatura", si bien también el decano, Esteban Serra, "apuntaló y fogoneó" la creación del centro .
Como todos los institutos de su tipo inaugurados a partir de 2007, el Iprobiq tiene una "doble dependencia": del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la propia UNR.
Investigación aplicada. Pero así como los otros institutos que funcionan en Rosario bajo la órbita del Conicet realizan investigación básica, el nuevo instituto de la Facultad de Ciencias Bioquímicas es el primero en dedicarse a la investigación aplicada, una forma del saber que suele ser vital para producir tecnología, algo que Picó destacó como "toda una novedad".
Y esa singularidad responde además a una vieja demanda que con frecuencia se le formula a la Universidad: que estreche lo más posible sus lazos con la comunidad y en especial con el medio productivo.
Sobre ese eje, justamente, trabaja el nuevo centro, en la medida en que "participa de proyectos de desarrollo" con empresas de la región.
Picó explicó que la tarea principal del centro consiste en "impulsar el desarrollo de tecnologías propias para la producción y obtención de moléculas de interés que no se producen en el país y construir herramientas preparativas y separativas empleando tecnología nacional o regional", sostuvo.
Por ejemplo, aislando enzimas que luego se usan en distintos procesos industriales, como en la elaboración de biodiesel, medicamentos, lácteos, bebidas alcohólicas y telas (tan populares como el jean) y que "actualmente se importan en aproximadamente un 95 por ciento", a altos costos, recordó Picó.
Y, paralelamente, sostuvo, en la región "se producen residuos provenientes de la industria frigorífica (por ejemplo, páncreas bovino) y de las cosechas de soja y maíz que no se aprovechan", y cuyo descarte genera un fuerte "impacto medioambiental".
El instituto tiene capacidad para recuperar esas sustancias con "metodologías no tradicionales de bajo impacto".
Durante todos esos procesos, la idea es "transferir conocimientos y participar en el entrenamiento de recursos humanos para lograr una mayor integración entre el sector productivo y el científico".
Los laboratorios donde despliega su actividad el Iprobiq fueron equipados con máquinas, instrumentos y sistemas adquiridos mediante subsidios y programas que pertenecen, en proporciones similares, a la Universidad Nacional de Rosario y al Conicet.
Actualmente, trabaja allí un equipo de 54 personas.El grupo está integrado por 14 investigadores y doce becarios posdoctorales de Conicet, tres jóvenes investigadores "repatriados" y 25 estudiantes que realizan su trabajo final de tesina o una pasantía de investigación.
Avant garde. De los diez centros de investigación que dependen del Conicet en Rosario, sólo dos trabajan en el campo de las ciencias sociales y humanas y uno lo hace en el de la informática.
El resto de los institutos se reparten entre las ciencias naturales y exactas, y las ciencias biológicas y de la salud. La prevalencia es clara.
"¿A qué se debe que Rosario tenga una tradición tan fuerte en el desarrollo de estas disciplinas?", le preguntó La Capital a Picó. El científico no dudó en invertir el problema.
"Es exactamente al revés", sostuvo. "Hasta 2000, ese tipo de disciplinas, las que abordan como objeto de estudio los procesos biotecnológicos, eran un área en absoluta vacancia en Rosario", afirmó. Pero ese campo científico que Picó definió como "un desierto por entonces" comenzó a cobrar forma, y no por casualidad, a partir de 2001.
"Con la crisis se empezaron a desarrollar estas investigaciones y paralelamente se desarrolló un proceso de formación de recursos humanos", repasó Picó.
Según destacó el profesor, este proceso cobró una "forma muy agresiva desde 2005", también gracias al "estrecho contacto de estos centros de investigación con distintos laboratorios latinoamericanos y europeos", una relación que se mantiene hasta la actualidad.