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Dos ingenieros egresados de la Universidad Nacional de Tucumán desarrollaron una prótesis mioeléctrica. La innovación radical, explican, está en el precio del producto, que sería el 20 por ciento del costo de importación.

El camino que recorre un desarrollo producido en el ámbito académico hasta su producción en serie suele ser extenso y arduo. Pero si el proyecto está orientado a resolver problemas concretos que se orientan a mejorar la calidad de vida de las personas, el trayecto parece aún más sinuoso. A pesar de todo, dos ingenieros tucumanos persisten en su idea de convertir su tesis universitaria, una prótesis de brazo mioeléctrica, en una industria regional que vuelva accesibles estas herramientas imprescindibles para quienes más lo necesitan.

Francisco Gómez López y Víctor Daniel Guzmán reparten su tiempo entre sus obligaciones laborales y el diseño de un modelo de prótesis mucho más avanzado del que iniciaron cuando todavía eran estudiantes. “La idea había surgido como proyecto final de carrera. Al momento de recibirnos, nuestra tesis tuvo gran repercusión y fue ahí cuando entendimos la importancia de lo que habíamos construido”, recuerda Gómez López.

La tecnología utilizada reside en la captación de señales mioeléctricas, impulsos eléctricos producidos por la contracción voluntaria de los músculos, lo que permite imitar los movimientos de una mano. Estas indicaciones son recibidas por electrodos dispuestos sobre la superficie de la piel del muñón para luego ingresar en un circuito electrónico que la procesa y la utiliza como una orden de mando que produce la apertura o el cierre de la mano.

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“La respuesta de la gente nos impulsó para presentarnos en el concurso INNOVAR 2009, donde obtuvimos uno de los tres primeros premios de la categoría ‘Producto Innovador’. Allí se destacaba, además de los aspectos funcionales, estéticos y sociales, que la prótesis había sido desarrollada con materiales básicos y locales, “optimizando de manera radical los costos y tiempo de entrega”, según afirmaba el jurado del concurso.

“Esencialmente, nuestra innovación está en el precio del producto”, sostiene Gómez López. Mientras una prótesis importada tiene un precio aproximado de 180.000 pesos, el objetivo de los ingenieros tucumanos es alcanzar un valor muy inferior, que rondaría los 30.000 pesos.

En 2010 se presentaron al concurso Capital Semilla del Ministerio de Industria de la Nación y lograron un préstamo de honor de 15.000 pesos para construir un laboratorio de electrónica. Desde entonces están perfeccionando el prototipo inicial, pero las horas que le pueden dedicar son escasas debido a sus respectivos trabajos.

“La ventaja con la que contamos ahora es la fuerte apuesta que está realizando el gobierno nacional a través de subsidios no reembolsables para las empresas de tecnología. Obtener uno sería un primer gran paso para acelerar el desarrollo, ya que los recursos con los que contamos son escasos y aportados por nosotros. Para el desarrollo íntegro de una prótesis se necesita de máquinas-herramienta muy caras, o bien tendremos que encargar a terceros el desarrollo de algunas partes, especialmente las mecánicas”, dice Gómez López. Y lamenta que exista “un freno indiscriminado a las importaciones, ya que la electrónica que compone la prótesis es totalmente importada, dificultando a veces la adquisición de algunos dispositivos”.

Pese a las dificultades, actualmente trabajan en una prótesis a pedido para un adulto y desarrollan un prototipo que puede mover de forma independiente todos los dedos de la mano.

Federico Rey