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Es a raíz de la cría extensiva de ganado en la zona, y en menor medida por los incendios. La pérdida de suelo se vincula con el acceso al agua, ya que esta región tiene un rol crucial como reservorio de lluvias.

La superficie de las extensas y altas sierras del norte de Córdoba puede convertirse en un desierto rocoso a causa de una peligrosa combinación: el uso extensivo de la ganadería y los incendios. Esto es lo que advierten distintos estudios científicos. Uno de los más recientemente publicados pertenece a investigadores de la UNC, cuya primera autora es la Dra. Ana Cingolani, del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV) de la UNC y el CONICET .

Durante cinco años, el equipo de investigación estuvo realizando estudios para medir la erosión del suelo en distintos puntos de las sierras grandes. Lo que motivó el trabajo fueron las crecientes superficies de roca pelada en la zona que se ven en la zona. “Teníamos muchas evidencias indirectas –cuenta Cingolani- que daban cuenta de que las rocas eran producto de la degradación del suelo. Los mapas satelitales nos mostraban que alrededor de un 20 % de la superficie está conformada por suelo rocoso”.
La investigación tuvo dos etapas. En la primera, se pintaron 100 parcelas para marcar la distancia de la piedra con el piso donde pastoreaban los animales. Con el paso de los años, las marcas se alejaron del punto original, lo implicaba el desgate del suelo. “Queríamos verificar el efecto del pisoteo y del consumo de la ganadería”, apunta Cingolani. “Lo que confirmamos fue que en las zonas donde habitan vacas el borde que marcamos se distanciaba más que el resto”.

Según la especialista, el suelo fue modificándose con la introducción de la ganadería, que llegó a estas tierras hace 400 años. Pero hasta hace algunas décadas el pastoreo era en su mayoría de ovejas, y ahora predominan las vacas, que significan una carga más pesada, y un conllevan un mayor desgaste del suelo.

La segunda parte del trabajo se abocó a medir la erosión de la superficie no solo por el pastoreo de los animales sino también en zonas que sufrieron incendios. Los análisis se hicieron también en la Pampa de Achala, luego de los grandes incendios de julio de 2009, cuando se llegaron a quemar unas 60 mil hectáreas en toda la provincia. De este modo, se midió la pérdida en 77 sitios, quemados y no quemados, y con y sin ganado. Se enterraron 12 varillas de hierro en la tierra pero sobresalidas en 10 cm. Se las revisó luego de un año, para medir el espesor de suelo perdido. Los terrenos a los que se les volvió a poner ganado luego del incendio habían perdido 0,5 cm. Mientras que los puntos que no sufrieron incendios ni tuvieron animales ganaron cerca de 1 mm de suelo (Ver gráfico).

“Esto sucede especialmente en las superficies menos profundas. En los valles con más suelo (de dos o tres metros de profundidad), sucede lo mismo, se erosiona, pero no se ve ya que no queda la roca pelada”, explica Cingolani.  La bióloga apunta además que los incendios afectan menos la erosión del suelo, ya que el fuego abarca mucho más superficie pero en una profundidad mínima; en cambio los animales pesados, con el pisoteo y el pastoreo, socavan más la tierra.

“El efecto de las vacas es visible”, asegura la investigadora de la UNC. “ Creemos que la ganadería se está corriendo para estas zonas (las Sierras Altas de Córdoba) por la expansión de la frontera agrícola. En la provincia hay muchos campos que antes eran ganaderos y ya no lo son”.

En la investigación, publicada en la revista especializada The Rangeland Journal, se concluye: “la combinación de la ganadería y fuego tiene el potencial de convertir a las zonas de pastizales de montaña en un desierto rocoso.  La producción de ganado comercial que se lleva a cabo en la actualidad no es una actividad sostenible”

La erosión del suelo no es gratuita, en el fondo del problema está el agua. La Pampa de Achala es cabecera de cuenca de la gran mayoría  de los ríos que alimentan la provincia de Córdoba (su nombre real es “Reserva Hídrica Provincial Pampa de Achala”). El suelo actúa como esponja del agua que cae de las lluvias. Funciona como un reservorio de agua y también alimenta la vegetación de la zona.“El agua depende mucho de la integridad del suelo. Las lluvias de verano quedan almacenadas ahí, en las sierras altas. Como hay poca vegetación, proporciona más agua a los ríos. Es una zona clave para la disponibilidad de agua. Si se degradan estos reservorios lo que puede suceder es que haya crecientes más fuertes en verano y que bajen los caudales en invierno. Los suelos actúan como protectores de las cabeceras de cuenca”.

¿Qué se podría hacer para cuidar los suelos?. “Hay que sacar las vacas hasta que los suelos cicatricen, lo que puede llevar entre 5 y 10 años. También, se pueden reforestar los suelos con tabaquillos (árboles autóctonos), que permiten la recuperación de la capacidad de proveer agua“.
“El problema es que la mayoría de los campos son privados. Y hay que hacerles entender a sus dueños que están perdiendo capital natural”.