La ciencia médica no les pierde pisada, y no es para menos; constituyen la principal causa de muerte en el mundo. Son las enfermedades cardiovasculares (ECV), conjunto de trastornos que afectan al corazón y los vasos sanguíneos, causados mayormente por obstrucciones que impiden que la sangre fluya.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2008 se cobraron en el mundo más de 17 millones de vidas, y la cifra ascendería a 23,6 millones en 2030. De ahí la importancia de la búsqueda de tratamientos como un pilar fundamental de la investigación en medicina.
Y aquí aparece en escena un equipo de científicos del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur (UNS, Bahía Blanca), que estudia el papel de ciertas hormonas sexuales en las ECV. Dirigidos por la investigadora del CONICET Virginia Massheimer, en lo que va del año han publicado cuatro estudios en revistas científicas, el último de los cuales apareció en septiembre pasado. Allí, se concentraron en observar cómo actúan la estrona, progesterona y testosterona tanto en el daño como en la reparación vascular.
“Como la incidencia de ECV aumenta en mujeres postmenopáusicas, es decir cuando los ovarios dejan de funcionar, la medicina mundial decidió aplicar un tratamiento que sustituyera las hormonas que ya no se producen, con la idea de que ese riesgo se redujera”, explica Massheimer en referencia a la Terapia de Reemplazo Hormonal (TRH), pensada para aliviar las alteraciones que trae consigo el final de la etapa reproductiva en la mujer.
Sin embargo –cuenta la especialista- aunque la TRH ha mostrado buenos resultados contra síntomas de la menopausia como trastornos del sueño o problemas óseos, diversos estudios internacionales comenzaron a mostrar en los ’90 que podría tener efectos no deseados para la salud cardiovascular. “Esto ha sido muy abordado desde entonces, y por eso surgieron en todo el mundo múltiples investigaciones en busca de otras alternativas”, señala.
Fue así que, hacia el año 2000, Massheimer y su equipo comenzaron a analizar los efectos de distintos grupos de hormonas fuera del estradiol, ya utilizado en la TRH. Y entonces estrona y progesterona por el lado femenino, y testosterona por el masculino, se convirtieron en las protagonistas de sus últimas pruebas de laboratorio, con promisorios resultados que los entusiasman a profundizar los experimentos.
In vitro, los científicos estudian los aspectos moleculares y bioquímicos de las hormonas y observan cómo se comportan en las células endoteliales, que forman las paredes arteriales. En este momento, se concentran en la aterosclerosis, una enfermedad que ataca a las arterias y es causante de gran cantidad de accidentes cerebrovasculares.
“Es como si viéramos el interior de una manguera. Esta dolencia hace que los glóbulos blancos y plaquetas de la sangre se frenen y depositen a los costados, produciendo una lesión que se va engrosando hacia adentro”, explica Massheimer. Lo peligroso es que las células acumuladas se dividen y multiplican allí donde quedan, y entonces no dejan espacio para que el líquido circule.
La investigadora del CONICET María Belén Rauschemberger también forma parte del equipo y cuenta que los experimentos se realizan con anillos de aorta de rata y cultivos de distintos tipos de células. Los efectos de las hormonas pueden observarse desde pocos minutos hasta 72 horas después de realizado el ensayo.
Los especialistas analizan cómo se comporta cada una de las tres hormonas en todas las etapas desde que la célula está sana hasta que se desata la enfermedad. “El primer estadio es el inicio de la lesión, a lo que sigue una progresiva deformación de la arquitectura natural del vaso y su obstrucción”, explica Rauschemberger.
“Por el momento vemos que, en condiciones saludables, las hormonas regulan varios procesos celulares. También, al comienzo de la lesión, favorecen la síntesis de un importante vasodilatador llamado óxido nítrico, a la vez que impiden la adhesión de células a las paredes vasculares”, explican las investigadoras.
Asimismo, aclaran que las mayores complicaciones se presentan “cuando hacemos actuar a las tres en simultáneo”. “Al juntarlas, los efectos que tienen por separado a veces se potencian pero otras se pierden. Encontramos algunos relativamente saludables, pero falta profundizar los ensayos”, detalló.
“Lo más prometedor de nuestra investigación pasa por desentrañar los efectos moleculares que ejercen estas hormonas para permitir a futuro el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas”, concluye Massheimer.
Alta mortalidad
Desde la Sociedad Argentina de Cardiología, el médico Horacio Zylbersztein señala que “según datos del 2009, en nuestro país las ECV causan aproximadamente el 35 por ciento de muerte en mujeres, lo cual las ubica como la primera causa”.
Acerca de la TRH, recuerda que fueron dos estudios clínicos extensos llamados HERS y WHI los que demostraron que era perjudicial para la salud cardiovascular. “De todas maneras, en la actualidad hay nuevos ensayos que vuelven a experimentar con este tratamiento en busca de eventuales beneficios”, apunta el profesional.
- Por Mercedes Benialgo
- Sobre investigación:
- Virginia Massheimer. Investigadora Independiente. Universidad Nacional del Sur.
- Maria Belén Rauschemberger. Investigadora Asistente. Universidad Nacional del Sur.
- Pablo Cutini. Becario post doctoral. Universidad Nacional del Sur.
- Adrián Campelo. Becario doctoral. Universidad Nacional del Sur.
- Evangelina Agriello. Universidad Nacional del Sur.
- Marisa Sandoval. Universidad Nacional del Sur.