Fuente: www.conicet.gov.ar
Luego de tres años de ensayos se obtuvo una estructura para invernaderos capaz de resistir vientos de hasta 150 km/h y nevadas de más de un metro de espesor En Ushuaia, profesionales del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), dependiente del CONICET, desarrollaron una tecnología que adapta las estructuras de invernaderos a las condiciones climáticas extremas de la región, caracterizada por sus bajas temperaturas, fuertes vientos y nevadas intensas. Esos invernaderos permiten producir vegetales y plantas en  zonas cuyas condiciones agroclimáticas son un reto para el productor local. En Tierra del Fuego, la temporada de trabajo para cultivos externos es muy reducida – 4 a 5 meses- y con estos invernaderos la actividad se podría extender a por lo menos 10 meses por año y contribuiría a cubrir la demanda local de productos frutihortícolas. Los viveros fueron construidos en forma de túnel, y cubren cada uno una superficie de 120 metros cuadrados. Las paredes y techo están formados por nylon de alta resistencia para soportar los vientos de la zona y aislar térmicamente a los cultivos del frío exterior. Adentro, la temperatura se mantiene entre 5 y  30º C.  Uno de los principales desafíos fue obtener estructuras resistentes, de bajo mantenimiento y económicamente viables para los productores regionales. Tanto el nylon como los metales usados en la estructura son fabricados en la isla de Tierra del Fuego y se capacitó a la mano de obra en la construcción y colocación de las estructuras.  En el invernadero del Campo Experimental del CADIC se cultivan alimentos cuyo proceso de maduración y fructificación termina durante el invierno, algo imposible de lograr a cielo abierto ya que a partir del mes de marzo se inician las heladas y desde junio aumentan las posibilidades de nevadas intensas.  Esta tecnología permite también anticipar la temporada de crecimiento ya que los cultivos externos están limitados por las condiciones climáticas que siguen siendo severas aún en primavera. Las pocas y débiles horas de luz invernales, que en junio llegan a 7 por día, se suman a que la nieve acumulada oscurece el invernadero y reduce el aporte de luz que reciben las plantas para procesos de fotosíntesis. En búsqueda de una solución Gustavo Vater, profesional de apoyo de CONICET a cargo del Laboratorio de Innovación Productiva del CADIC, trabajó  en la optimización del invernadero y en la selección de especies y variedades vegetales resistentes.  “Obtener y trabajar con semillas de origen local posibilita la producción de vegetales frescos en una provincia donde hasta el momento el 95 por ciento de estos productos deben ser traídos de una distancia a menudo superior a los 3 mil kilómetros” dice Vater. Durante la experiencia se obtuvieron buenos resultados en especies como lechuga, repollo, coliflor, repollito de bruselas, tomates cherry y perita, achicoria, arvejas y habas. Debido a la demanda de la cocina de alta calidad se trabajó también con especies aromáticas frescas como albahaca, orégano, cilantro, salvia, perejl, ciboulette y eneldo.  En el  invernadero se multiplicaron también especies florales de bulbo y frutales como los berries y se apuntó a la obtención de plantas con mayor aptitud ante las condiciones geográficas locales.  Para Jorge Rabassa, investigador superior del CONICET y director del CADIC, “este es un paso importante hacia una mejora en la calidad de vida de nuestra comunidad, ya que abre las puertas para iniciar la producción de vegetales frescos –hoy casi inexistente e imprescindible en una adecuada alimentación- a escala familiar en una primera fase y comercial en una segunda, para abastecer plenamente el mercado local en el futuro”.