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Los convocó el Toyota Team Argentina para mejorar la performance de los autos de competición. Los cambios ya se probaron en pista. “Los fierreros son intuitivos, pero esta vez confiaron en la ciencia”, dijo uno de los investigadores del equipo.

El TC 2000, lo saben los fierreros, es un ámbito de gente diversa, pero con muchas cosas en común. Hay mecánicos, fanáticos, corredores… y científicos, la última adquisición del Toyota Team Argentina, uno de los equipos más competitivos de la categoría.

“En general no creen en nosotros; creen en la intuición, en las pruebas, pero no en la ciencia, por eso no hay investigadores en los equipos”, comenzó a explicar Carlos Sacco, quien se desempeña en el Instituto Universitario de Aeronáutica, en Córdoba, desde donde vino a explicar su trabajo en el XV Congreso sobre Métodos Numéricos y sus Aplicaciones, que tuvo lugar recientemente en la Universidad Nacional del Litoral (UNL).

Pero sucedió que alguien pensó diferente que el resto y decidió probar con la ciencia, una palabra que casi nunca se lleva bien con el deporte. “Nos convocaron para trabajar y les propusimos algo que en principio nos iba a servir para aprender: nuestro equipo no había trabajado con autos y la aerodinámica de autos es diferente a otras, como la de los aviones”, dijo Sacco.

Ahí comenzó la otra carrera, la que los investigadores emprendieron para lograr que, entre otras cosas, los Toyota que salen a las pistas del TC 2000 sean más veloces, estables en las curvas y, en definitiva, tengan una mejor performance final.

“Los autos de carrera están preparados por gente muy fanática, que generalmente va, prueba y cambia desde la intuición –contó Sacco-. Nosotros comprobamos que el comportamiento de un auto no es intuitivo, como sí lo es a veces la aerodinámica de un avión. En ese caso, tratamos de ver si podíamos interpretar lo que hace el auto. Y fue bastante difícil”.

Qué se cambió

Los fanáticos lo deben haber notado: los autos del Toyota Team tienen alerones diferentes, cortes en el guardabarro trasero y especies de agujeros en el delantero. “Cada una de esas propuestas fue nuestra; se probaron en pista y anduvieron bien”, dijo Sacco.

“Vimos que el alerón influía en la carga; entonces fuimos a la pista y se sacaron las tapas laterales. Y funcionó mejor. Hoy es el único auto que no tiene tapas laterales”, explicó el investigador.

Uno de los primeros objetivos de este grupo de científicos fue estudiar qué carga debía tener el auto para responder en las curvas con la suficiente eficiencia y firmeza, lo que influye finalmente en la velocidad de la vuelta. “Hay pistas que requieren una carga muy alta, porque son circuitos muy trabajosos, y hay pistas que son muy rápidas y requieren una carga mínima; hay que poner la carga a punto para cada pista”, agregó Sacco.

Para eso, se trabajó en una serie de variables básicas para determinar la carga: el alerón, el piso delantero y el piso trasero. “Hasta hay que evaluar cuántas curvas rápidas tiene el circuito y si conviene doblar rápido en las rápidas o mejor en las lentas. Siempre hay que llegar a un equilibrio”, dijo el investigador, que paradójicamente confesó no tener nada que ver con el mundo de los fierros. “No me gustan las carreras, no me gustan los autos. Pero sí me gustó trabajar en este proyecto”, dijo.

La investigación

El trabajo del equipo de investigadores se apoyó en tres patas fundamentales. Una fue el ensayo en pista, que permitió comprobar qué efecto tenían las modificaciones propuestas. Otro fue la construcción de un “túnel de viento”, como se llama a las maquetas a escala del auto, que permiten ensayar sin tener que salir al circuito, y obtener resultados que se pueden extrapolar a la realidad. Y por último el modelo numérico, el caballito de batalla que les permite predecir con asombrosa exactitud qué pasará con cada una de las variables que se deciden cambiar.

“Hacer los modelos numéricos nos llevó seis meses de trabajo”, contó Sacco. En ese lapso, construyeron un auto en tres dimensiones, a partir de miles de fotos sacadas al modelo real. Una vez que ese modelo está en una computadora, se lo hace “correr” con cada una de las modificaciones propuestas. “Si modificamos un grado el piso delantero, tenemos que hacer una ‘corrida’ nueva”, contó Sacco.

Paciencia

“En general, los equipos de competición quieren resultados inmediatos, y nosotros no tenemos soluciones mágicas”, comenzó a decir Sacco para intentar explicar por qué la ciencia y los científicos no forman parte de este tipo de actividades.

En ese sentido, advirtió que “el Toyota Team Argentina siempre entendió eso: “No somos capaces de dar resultados rápidos; necesitamos que nos tengan paciencia. Ellos entendieron que por correr un modelo numérico no resolvemos inmediatamente los problemas del auto. Aunque con el tiempo sí”.

(Fuente: Prensa Institucional UNL)