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Es preciso interesar a las nuevas generaciones en la ciencia, lo que necesitará de ellas un gran esfuerzo personal, porque se trata de estudios exigentes y complejos. Este debe ser necesariamente acompañado por inversiones sociales significativas en educación e investigación.

En 2004, en China, se graduaron 500.000 ingenieros, 200.000 en la India y 70.000 en los Estados Unidos. En recientes evaluaciones internacionales de conocimiento en matemática y ciencias, los niños que completan su educación primaria en los Estados Unidos obtuvieron un resultado inferior al logrado, en promedio, por alumnos de 21 países. Por primera vez en la historia, el más potente acelerador de partículas del planeta estará ubicado fuera de los Estados Unidos. La participación de ese país en el mercado global de alta tecnología cayó en los últimos veinte años del 30 al 17% y la balanza comercial de productos manufacturados de alta tecnología pasó de un superávit de 33 billones de dólares, en 1990, a un déficit de 24 billones, en 2004.

Estos y otros preocupantes indicadores llevaron a un grupo de parlamentarios estadounidenses a plantear el siguiente interrogante a las academias de su país: “¿Cuáles son las diez acciones más importantes, en orden de prioridad, que los responsables del gobierno federal deberían adoptar para mejorar la ciencia y la tecnología, de manera tal que los EE.UU. tengan éxito en competir, prosperar y vivir seguros en la comunidad global del siglo XXI? ¿Qué estrategia se debería adoptar, indicando los pasos concretos, para implementar cada una de esas acciones?”

Para responderlo, las Academias de Ciencias, Ingeniería y Medicina convocaron a veinte industriales, rectores de universidades, investigadores, educadores y académicos, entre ellos tres galardonados con el Premio Nobel de Física y Medicina. A fines de octubre de 2005, a las diez semanas de su constitución, ese comité difundió el informe titulado Elevándose por sobre la tormenta que se cierne (Rising Above the Gathering Storm; http://www.nap.edu/books/0309100399/html ).

El trabajo comienza señalando que los EE.UU. se enorgullecen de la vitalidad de su economía, sobre la que asientan su alta calidad de vida, su seguridad nacional y la esperanza de que las nuevas generaciones hereden oportunidades aún mayores. Esa vitalidad se debe, en gran medida, al desarrollo de personas bien entrenadas y al flujo continuo de las innovaciones científicas y técnicas que ellas producen. La economía del país sufrirá y el estándar de vida del pueblo descenderá si disminuyen las empresas innovadoras responsables de los descubrimientos en que se basan las nuevas tecnologías y que son las que generan los puestos de trabajo de alta calidad, intensivos en conocimiento.

Los EE.UU. están experimentando las consecuencias de la globalización, que amenaza su liderazgo económico y estratégico. Una porción importante de su fuerza de trabajo compite con trabajadores que ganan mucho menos en otros países en los que, al mismo tiempo, se generan desarrollos importantes en ciencias e ingeniería.

Luego de analizar las tendencias en los EE.UU. y en el resto del mundo, el comité expresa su profunda preocupación por el hecho de que las bases científicas y técnicas del liderazgo económico que mantenía el país se erosionan rápidamente, mientras que otras naciones progresan en ese campo. Rápidamente los EE.UU. pueden perder una posición de privilegio que será muy difícil o imposible recuperar. Como la ventaja competitiva de otros países reside en una estructura de bajos salarios, que posiblemente se mantendrá, los EE.UU. deberían enfrentarla optimizando sus recursos basados en el conocimiento, en especial en ciencia y tecnología, generando al mismo tiempo un ámbito propicio para el desarrollo de industrias nuevas y revitalizadas, que son las que generan empleos bien remunerados.

¿Qué más se puede hacer? El comité identificó como claves dos cuestiones íntimamente relacionadas con la ciencia y la ingeniería: crear empleos de alta calidad y contar con energía limpia, accesible y confiable. De sus cuatro recomendaciones básicas, las tres iniciales están ligadas a la educación. La que destacan como primera prioridad es la de aumentar el pool de talento del país, mejorando la educación en ciencias y matemática, mediante la formación y la actualización de los docentes encargados de enseñarlas durante los primeros doce años del sistema educativo (“10.000 maestros, 10 millones de mentes para la educación primaria y media en ciencias y matemática”). La segunda –“Sembrar las semillas mediante la investigación en ciencias y en ingeniería”– insiste en la necesidad de preservar y fortalecer la inversión en investigación básica de largo plazo en todos los campos de la ciencia, porque es la que genera el potencial de transformación que mantiene el flujo de nuevas ideas que alimentan la economía, proporcionan seguridad y mejoran la calidad de vida. La tercera –“Educación superior en ciencia e ingeniería orientada a los mejores y los más brillantes”– busca convertir al país en el ámbito más atractivo para estudiar y para investigar, para desarrollar, reclutar y retener a los mejores y más brillantes estudiantes, científicos e ingenieros nativos y del mundo. Se aconseja, incluso, facilitar la permanencia de los extranjeros que realizan allí estudios en ciencias. La última acción prioritaria –“Incentivos para la innovación y el ambiente de inversión”– busca la primacía en innovar, invertir en fabricación y comercialización, y crear empleos bien pagados, basados en la innovación. Proponen modernizar el sistema de patentes, rediseñar las políticas impositivas para alentar la innovación y facilitar las comunicaciones.

Para implementar estas acciones, el comité formula veinte propuestas concretas. Reitera que la propia actividad científica y tecnológica ofrece la oportunidad de responder al desafío de superar las desventajas del alto costo laboral. Se trata de crear científicos e ingenieros con capacidad de inventar industrias totalmente nuevas, como ha sucedido en el pasado. Si no fortalecen las bases de su competitividad, por primera vez en generaciones, los niños estadounidenses enfrentarán perspectivas peores que sus padres y abuelos.

Si bien resulta imposible sintetizar las más de quinientas páginas de tan apasionante análisis, no lo es en cambio advertir la preocupación que lo guía y la intención de las medidas propuestas, aplicables a cualquier sociedad contemporánea. También a la Argentina, que, con el liderazgo de sus universidades, debería encarar un imprescindible estudio propositivo similar al comentado.

Es preciso interesar a las nuevas generaciones en la ciencia, lo que necesitará de ellas un gran esfuerzo personal, porque se trata de estudios exigentes y complejos. Este debe ser necesariamente acompañado por inversiones sociales significativas en educación e investigación. De no acometer esta epopeya, el bienestar social se verá seriamente comprometido y las consecuencias de la peligrosa tormenta que anticipa el informe y que se está generando en el horizonte, también ante nuestros ojos, serán impredecibles.

El autor es rector de la Universidad de Buenos Aires.

Fuente: La Nación. www.lanacion.com.ar